LA EDUCACIÓN COMO CONSTRUCCIÓN DE LA ESPERANZA
Este breve artículo es una invitación a repensar la educación, su práctica y cotidianidad, para que cada día sea expresión y signo de una auténtica construcción de la esperanza social y humana.
LA EDUCACIÓN COMO CONSTRUCCIÓN DE LA ESPERANZA
Carlos Eduardo Mejía Bustamante
Docente del Centro de Pensamiento La Esperanza “Don Pedro Laín Entralgo”
Universidad La Gran Colombia
Armenia, Quindío Colombia.
La labor del educador no se centra sólo en teorías pedagógicas
que viven en la cabeza, sino en el simple hecho de amar a los niños
Rubén Alves
RESUMEN
Este breve artículo es una invitación a repensar la educación, su práctica y cotidianidad, para que cada día sea expresión y signo de una auténtica construcción de la esperanza social y humana.
PALABRAS CLAVES
Educación, esperanza, maestro, Universidad LA Gran Colombia Armenia.
Hace algún tiempo tuve la oportunidad de ver comercial sobre educación en un canal internacional y el texto de ésta decía: “La educación, es aún una tarea pendiente”, un texto que genera muchas preguntas, sobre todo, en un tiempo en que se ha hablado y escrito mucho sobre educación.
Frente a este sencillo texto es fundamental convocar la sinceridad de quienes estamos, día a día, en los escenarios educativos a fin de cuestionarnos sobre el sentido de la educación y de esta manera preguntarnos: ¿por qué, luego de tantos avances en materia pedagógica y curricular, la educación es una tarea aún por realizarse? ¿es que, en medio de tantos avances, lo que menos hemos hecho es educar? ¿entonces que es educar?
No pretendo dar respuesta a estas preguntas, pero si quiero dejar claro que nos encontramos frente a la enorme urgencia de repensar la educación, tal vez de esto dependa el destino de la humanidad. De hecho, no se trata de definir que es educación, de esto hay mucho, se trata sobre todo de redescubrir su sentido y las enormes posibilidades de transformaciones vitales que pueden surgir de ella, toda vez que sea realmente educación.
Expresiones como la del comercial, que he comentado, seguramente surgen en medio de un universo de contrastes y paradojas. Podríamos pensar en el mundo educativo, que en nuestros días este revestido de procesos de calidad, de enormes tecnologías, y, sin embargo, día a día, recogemos las noticias de niños y jóvenes asesinados, otros tantos maltratados y abusados, muchos desencantados por un cortejo de males, que cada vez más eclipsa el gozo y la alegría escolar. Aquello que esperamos que pase en nuestras instituciones educativas, no puede construirse sobre el olvido del hombre, de su dignidad, de su condición humana y de su humana condición y mucho menos de su esperanza.
Aquí es donde se hace urgente convocar un sentido de educación que mire al hombre, que lo abrace, que lo ame y es que la educación no es otra cosa que el encuentro dignificador que reconstruye al hombre dando paso a un acontecimiento de humanidad, sobre la base del respeto, el reconocimiento y la legitimación del otro.
En este sentido, es fundamental que quienes tenemos la oportunidad de hacer posible la educación, es decir, nosotros los maestros, demos razón de las condiciones humanas y vitales que reencanten el lugar educativo. Nosotros, estamos llamados a vivir ardorosamente nuestra misión de maestros y para ello es primordial que nuestra vida y testimonio trasciendan la importancia de una clase bien preparada.
Es posible que muchos de nuestros estudiantes tengan como única oportunidad, para encontrar razones de vida digna, la presencia de nosotros, los maestros, pero también es posible, que, en medio del afán de una clase bien preparada, olvidemos que frente a nosotros está una persona con una historia, con sus sueños, pero también con sus frustraciones. Por tanto, es necesario que, en medio de estas fracturas, comprendamos que la educación es de calidad, si es cálida y profundamente humana.
Aquí es urgente hacer un alto en el camino y repensarnos como maestros y redescubrirnos como sujetos que se entregan vitalmente y reconstruyen al hombre bajo el signo de la humanidad. Esto convoca a testimoniar un acontecimiento esperanzador desde la construcción de lo humano, desde donde es posible la formación de un sujeto ciudadano, con una inmensa capacidad de interacción y en posibilidad de construcción colectiva de una humanidad fraterna, para lo cual, la escuela, “debe ser el lugar de la vida, es decir, el lugar de la alegría y no de la frustración” (Zambrano 2000) y en este sentido, “la alegría es la antesala de la libertad, de la apertura y del reconocimiento recíproco entre sujetos que convergen en propósitos comunes”. (Mejía, 2013)
De este modo, la educación y en ella, el maestro de los tiempos presentes, debe asumir una postura histórica de apertura en su forma de vivenciar el mundo, para convocar ese reencantamiento que involucra al otro en el interés de abordar su mundo con una mirada nueva y transformadora. Es decir, la educación se ha de constituirse en el espacio para redimensionar la vida de modo que el hombre, todo el hombre, redescubra su sentido y finalidad asumiendo posturas en un mundo en donde lo humano, lo profundamente humano, ha quedado sumido en la banalidad y la superficialidad. (Mejía, 2013)
Seguramente no será una labor de fácil factura y cada vez será “una aventura incierta que conlleva en sí misma y permanente el riesgo de la ilusión y del error” (MORIN 1999). Si bien Morin se refiere específicamente al conocimiento, apropio sus palabras para decir que la educación, ciertamente, “es una aventura que se confecciona en un diálogo con la incertidumbre de lo adveniente, de lo no predecible, lo que sugiere entonces, una total apertura, pero al mismo tiempo las condiciones para dar sentido de auténtica humanidad a todo lo que mundo moderno ha validado tras el deseo insaciable de satisfacer las opciones individuales, avasallando ante ella lo colectivo, lo fundamental, lo humanizador del acontecimiento de la vida, incluso la esencia de la educación”. (Mejía 2016)
Solamente una educación centrada en la persona y su identidad, en el desarrollo de sus potencialidades, de todas sus capacidades para la creatividad, la libertad, la solidaridad, la comunicación, la comunión, la socialización, realizada en un ambiente de armonía, de cooperación y diálogo, permitirá construir una sociedad para la sana convivencia y la reconstrucción de una identidad perdida tras las bambalinas de máscaras tragicómicas y de metáforas que difamaron la verdad sobre el hombre, su sentido y su significado.
Sin una educación repensada de esta manera, todo lo que nos moviliza como seres humanos, también seguirá siendo una tarea pendiente.
Mejia Bustamante, Carlos E. (2013). Reencantar la educación: un asunto urgente de
Humanidad. Docplayer. En: https://docplayer.es/67125879-Reencantar-la-educacion-un-asunto-urgente-de-humanidad-carlos-eduardo-mejia-bustamante.html
Mejía Bustamante Carlos E. (2016) El Maestro: la didáctica máxima. 4° Congreso Pedagógico. Institución Educativa Escuela Normal ―Claudina Múnera‖. En: https://docplayer.es/9529213-Compiladores-institucion-educativa-escuela-normal-claudina-munera-grupo-de-investigacion-educacion-y-formacion-de-educadores-ucm.html
Morin, Edgar, (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. En: https://www.uv.mx/dgdaie/files/2012/11/CPP-DC-Morin-Los-siete-saberes-necesarios.pdf